El legado más importante que me dejaron mis padres fueron sus valores. El amar decidida y tangiblemente, a Dios y al prójimo. Con hechos.
Y la Navidad de 1980 fue así. Viviendo en ese tiempo los 6 Ocampo Quijada en Antofagasta, lejos de la familia paterna y materna, creo que por primera vez.
Por iniciativa del papá, escogí el juguete que más me gustaba, un lindo auto de policías, lo envolvimos en papel de regalo y se lo entregamos a un niño que cuidaba autos junto a su papá, el 24 de diciembre en el centro de Antofagasta, muy cerca de la Iglesia Bautista a la que asistíamos.
Era tarde en la noche, me bajé de la camioneta y le entregué ese regalo a ese niño, que no volví a ver nunca más. No olvidaré su cara de sorpresa y agradecimiento. Tampoco olvidaré el sentimiento hermoso de compartir lo que tienes, aún cuando no tengas mucho.
La Navidad es Jesús que viene a darnos vida. Compartir es una bendición. Gran enseñanza de mi papá y mi mamá.